jueves, 27 de septiembre de 2012

#11

Hoy trabajo como empleado en una pequeña tienda, se parece bastante a la mía, espero que los recuerdos de mi vieja tienda no me vengan a la mente con cada cliente que tatúe.
Entra un primer cliente de color, me dispongo a atenderlo, pero...
+ Deja, este es para mí -dijo mi jefe.
De repente veo como ese cliente, en concreto empieza a recibir un trato especial. El jefe le coloca una silla mucho mejor que la del resto, lo aposenta, deja que esté cómodo, demasiado cómodo. Por un momento me pareció que era un conocido, pero no tiene pinta ninguna.
Aparté a mi jefe un momento para conversar con el, y esta fue nuestra conversación:
- Pero que hace? -dije tomando valor, y al mismo tiempo susurrando-.
+ Calla, este cliente es de color, se sienten ofendidos enseguida, hay que darle tratos especiales, enseguida se sienten ofendidos.
- Perdone jefe, pero creo se equivoca, tienen que ser tratados como nosotros, el color es lo de menos.
+ Calla, tu no entiendes nada de este negocio.
La sangre me empezó a hervir, con un poco de cabreó le dije al cliente que se levantara de su asiento, lo senté un un asiento normal, sin privilegios  ni nada fuera de lo que tenía un cliente normal. El cliente se sentía ofendido, y mi jefe me mandaba miradas que lo decían todo. El cliente se levantó en un cabreó, y me dijo.
+ ¿Que pasa, que ni aquí no puedo ser negro?
- Parece ser que no. -le dije yo-.
De repente mi jefe se rebotó y me empezó a gritar, a lo que yo le respondí que lo que estaba haciendo para mi no era racismo, pero era tratarlo distinto por su color de piel, era "racismo a la raza blanca".
Mi jefe me acabó bajando el sueldo y yo dimitiendo, puede sonar infantil, pero no estoy echo para que me ordenen tener unos principios, dimito, cojo mis cosas, y me marcho entre insultos.
Camino cabreado por la calle cuando veo un anuncio de perfumes donde hay un chico con cuerpo casi perfecto sujetando una fragancia, y digo casi perfecto, porque no creo en la perfección. Cuando miro mi cuerpo fofo y totalmente desperfecto, y pienso automáticamente en un nombre "Sandra", aquella chica anoréxica que vino a tatuarse a mi tienda, que ahora ya no está.
Me dirijo a la floristería a comprar un ramo de margaritas, ya que eran las flores más baratas, y ahora mismo no estoy para hacer gastos innecesarios.
Voy al único cementerio de mi zona, y empiezo a buscar alguna tumba con e nombre de Sandra, sin ni siquiera saber sus apellidos. Me encuentro a una chica rellena, llorando en frente a una tumba, me dirijo a mirar el nombre de la tumba, y veo que pone grabado "Clara Cao", la chica se giró y me empezó a hablar.
+ Puedes dejar las flores, lo siento, ya me marcho. -me dijo ella-.
- No, yo no... -le dije yo-.
+ De que conocías a mi hermana?
- Lo siento, yo no la conocía, fue una confunsión, estaba buscando a, Sandra, una ano... amiga.
+ Sígueme, se de quien hablas.
- Muchas gracias, de verdad...
La chica andaba realmente lento, y fumaba como una carretila, un pitillo tras otro, no esperaba apenas 2 minutos para encender otro. Lloraba, no paraba de llorar, se notaba que no estaba cómoda conmigo.
Llegamos a la tumba de Sandra, dejé la margaritas y la chica y yo entablamos una nueva e incómoda conversación.
+ De que la conocías?
- La tatué, yo le tatué una costilla en el lugar correspondiente a su costilla. -dije con desánimo-.
+ Fuiste tú? Me habló tanto de ti... Tú eres el misterioso tatuador sin nombre, -Dijo con una pequeña sonrisa  de la que salía humo del pitillo-.
- Pues, ese soy yo.
+ Me alegro de conocerte, por cierto, ¿Como te llamas?
- Bah, eso no importa. Por cierto, ¿De que la conocías?
+ De ir con ella a a rezar.
- Ah, eres cristiana?
+ Soy testigo de jehova.
- Así que ella era testigo de jehova...
+ No supondrá un problema verdad?
- No, claro que no, pero no quiero dar mis opiniones sobre la religión, soy completamente ateo, y quiero que me respeten, tal y como yo respeto a los demás.
+ Conozco a mucha gente así, intenté cambiarlo muchas veces, pero ya me di por vencida, ahora solo... da igual, este no es sitio para hablar de estas cosas.
- Lo sé, tienes razón.
+ Bueno, me marcho, yo ya no pinto nada aquí.
Me dio dos besos y se fue, su aliento apestaba a tabaco. Me pareció raro ver a un testigo de jehova fumando, pero en realidad no entiendo mucho esa religión.
Me voy dese sitio sin ir a decirle "hola" a mi amiga, no soy amigo de estos sitios, y menos de estas cosas, y de estas situaciones.
Enciendo mi particular pipa, con el tabaco más barato que pude encontrar, y fumo, fumo como aquella chica, que ocultaba tras el humo una vida, que no era vida.
Me dirijo a ningún lado, me dirijo donde desaparece el humo, donde las ondas sonoras desaparecen, donde el agua se evapora, donde gritan los truenos. Me dirijo al camino que lleva a la vida, me dirijo al mundo.
Voy mirando por la calle todo lo que hay a mi alrededor, y no veo más que desgracias, y yo soy un desgraciado, sin un duro. Montaré de nuevo una tienda de tatuajes, me empeñaré como nunca lo hice, arriesgaré mi casa como abal, arriesgaré mi vida y mi futuro, pero pienso conseguirlo, y esta vez nada me lo impedirá. Te quiero amiga.